lunes, 25 de mayo de 2015

“BREVE TRATADO DE LO EFÍMERO” DE YIDDA AYALA AZABACHE




Quiero felicitar a Rosario Yidda Ayala Azabache, ganadora del V Concurso de Poesía de Mujeres Scriptura, certamen del cual tuve el honor de formar parte del Jurado y constatar que Breve tratado de lo efímero era el poemario más relevante, por su cohesión en el tono y el estilo, y por el acierto de sus recursos expresivos.

Rosario Ayala cultiva una poética de expresión natural y genuina. Busca la palabra “exacta” (ecos de Poe y de Flaubert), ajena a retorcimientos retóricos y adornos innecesarios, libre de cualquier sometimiento a las modas literarias. En el poema 10 establece que “las palabras / como ladrillos / deben ser colocadas correctamente / he ahí la verdadera labor del artista... / una forma irregular / por ingeniosa que parezca / puede atentar contra la solidez del muro”.

Por cierto sabe que ese estilo precioso y despojado exige una esmerada conciencia creadora que lime y corrija pesando las palabras que emplea. Un proceso en el cual colabora su contexto histórico y la familiaridad que el autor tiene con la tradición literaria. Lo ritualiza el poema 7, aclarando que “las palabras / parecieran brotar solas / como las hojas tiernas de los árboles / recién podados”. Pero no es así: no habría hojas sin las raíces, la tierra, el sol y el agua; y, por supuesto, sin “las hojas descompuestas / de los árboles que existieron en el pasado”.

En cuanto a los temas, la primera sección del poemario aborda lo efímero que da título al volumen. La segunda enfoca la escritura poética. La tercera, la más positiva, celebra la ansiada armonía. La cuarta toma el pulso al desengaño amoroso. Y la quinta, muy original, retrata las casas de sus hermanas, para finalizar con la suya, proyectada al futuro: “La otra casa me pertenece. / Algún día la he de construir”.

Concluyamos este comentario festejando que, en otro plano, Breve tratado de lo efímero es una casa de palabras construida para nosotros, sus lectores. Y una casa nada efímera, poéticamente perdurable.


                                                                                                                           Ricardo González Vigil

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