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sábado, 31 de mayo de 2014

Palabras de Marita Troiano para el libro La siembra del corazón de Atala Matellini

                                Instituto Raúl Porras Barrenechea, Lima, 28 de mayo del 2014.

Buenas noches. En nombre de la Comisión de Escritoras del PEN Internacional del Perú, agradezco al IRPB por el grato hospedaje que nos viene ofreciendo para nuestras actividades, múltiples por cierto, y particularmente por abrir sus puertas a la presentación del poemario La siembra del corazón.  Una noche, ya no de bautizo, sino de confirmación de esta obra escrita con tanto ahínco y muchísima calidad literaria por nuestra querida amiga,  la poeta Atala Matellini.

Así mismo, al tiempo de agradecer vuestra presencia, hago extensivo este agradecimiento a Hernando Guerra García, quien nos brindará sus comentarios sobre este libro de poesía. Un libro de poesía que merece una especial celebración, y del cual, empezaré diciendo que, contraria al mundanal ruido que nos aturde y a muchos acobarda, Atala Matellini, siguiendo mandatos de una primigenia vocación literaria, traduce esta  en un conjunto de poemas bellísimos y de múltiples resonancias, a través de los cuales comparte con el mundo experiencias de vida primordiales. Y una vez más, en plenitud lírica, y alcanzando uno de los puntos más altos de su poesía, nos invita a conocer y aprehender el personalísimo universo simbólico que adorna cada página.

Quienes han seguido cronológicamente cada una de sus obras, reconocerán la receptiva sensibilidad de Atala Matellini para con el mundo exterior, así como también darán fe de su devota identificación con la Naturaleza y una armónica visión del complicado cosmos. Todo lo cual ella traduce con éxito, poéticamente. No será una sorpresa entonces, que estos versos calmos, floreciendo de profundos pensamientos, despojados felizmente de cualquier altisonancia jeroglífica que niega la verdadera esencia de la poesía: el vincular a los seres humanos, sean pues las precisas vías de esta anhelada comunicación y a la vez, las claves para lograr una expresión lírica innovadora y libre.

Los versos de La siembra del corazón, parecen estar suspendidos en el aire. En un aire limpio, fresco. Son versos benefactores  que como una nube-bálsamo nos tocan sutilmente. Son versos que sin alienación retórica, representan una encendida metáfora de su historia personal, pues son la grata sumatoria de palabras que guardan el fulgor de una memoria iluminada por el amor. Son versos dictados por una lúcida conciencia, construidos a partir de la evocación de vivencias trascendentes, de íntimos pensamientos, de toda una biografía que, translúcida, Atala ha ido desgranando, poco a poco y durante muchos años. Sin hipotecas estilísticas. Y por ello, me permito afirmar que estos versos, desde sus raíces mismas, constituyen una confesión liberadora.



La siembra del corazón es un libro que nos ofrece un paseo cálido, sincero y sin ambigüedades por las sucesivas experiencias ganadas por la poeta en una madura juventud, durante la etapa vivida en medio de un campo de arroz en una provincia del norte peruano. Este poemario, es la memoria viva de un tiempo donde su cotidianeidad supo simultáneamente de horizontes de ilusión y de desencanto, de la tibia ternura y de la grisácea soledad, del animado canto de la naturaleza y del silencio. Sentimientos que con legitimidad han inspirado la escritura de esta poesía con la sensibilidad a flor de piel.

Sin embargo, debo señalar que La siembra del corazón, no es la expresión lírica de un intimismo a ultranza (lo cual, es también válido en poesía), sino que rescata el intrínseco valor de elementos y acontecimientos de aquel bucólico entorno, los mismos que, en la siempre solidaria voz lírica de Matellini, adquieren un sentido existencial colectivo.

De esta manera, el peculiar sonido del ingenio, el sol abrazador sobre la piel del campesino, los días de siembra, el resonar del agua viva, el canto de las garzas, y hasta el simple hecho de observar la lluvia, muchas veces en soledad, son temas que, en holgura espiritual, inspiraron estos poemas que son arpegios de paz interior y manifiestan una implícita valoración metafísica, lo cual, no cabe duda, siempre invita a una saludable reflexión.


Su sereno canto nos transporta hasta ese luminoso campo de arroz, donde ella se fue haciendo amiga de un silencio soberano, el mismo que alentó a la poesía que llevaba adentro. Fue en ese pequeño mundo de río y verdor, de murmullos de agua y viento, de palpitar de tierra, donde Atala, con el corazón abierto, teñida de sabiduría, fue forjando su mismidad como mujer y como poeta.

Y así, hoy tenemos en las manos un poemario cuya belleza como objeto, se ha inspirado en esta poética madura, que nace de un lenguaje creado por la poesía misma, a partir del cual, ella nos entrega, además de la singular belleza y del incomparable sentir de una campiña arrocera, su propio paisaje interior, aquel dulcemente poblado de sereno gozo, auroral melancolía o de una atávica tristeza. Acertadas imágenes, símbolos y metáforas, constituyen icónicas ideas estéticas propias a la poesía que se dan cita en esta obra, ornamentándola, proyectando nuestra psique más allá de los límites de lo posible, permitiéndonos viajar hacia un reino fundado en la emoción sustantiva, en aquella emoción que va brotando de una íntima realidad.

Hay que prestar oídos a lo expresado en cada una de las páginas de La siembra del corazón. A su belleza expresiva, a su prosperidad lírica, a su hondura filosófica  a partir de la cual vincula su existencia a la naturaleza y se hace parte de un todo y comunica verdades “verdaderas”, que a todos nos competen.  Pero por sobre todo, porque la poesía de Atala Matellini, sin entrelíneas y venciendo tiranías del tiempo y del espacio, en esta oportunidad, nos invita a que hagamos cierta una renovada siembra de benefactores semillas en nuestros corazones.

Muchas gracias.


                                   Marita Troiano